Como dos mundos aparte, uno al lado del otro, vivían los habitantes de dos barrios en Santa Marta: Manzanares y Prado. Ambos se encontraban separados por un muro de 160 metros que ya había sido bautizado por los samarios como 'el muro de los lamentos'.

Del lado de Manzanares, personas de estrato uno y dos, en condiciones precarias y con hogares que se llenaban de agua cuando llovía. Del lado de Prado, casas de estrato cinco, bien cuidadas y con reputados habitantes de la 'alta sociedad' samaria, gobernantes y políticos incluídos.

Por sorprendente que parezca, el muro se mantuvo en pie durante cuarenta años, casi el doble que el histórico muro de Berlín que separó a la Alemania comunista de la capitalista, al final de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, la historia de esta linea divisoria llegó a su fin este martes, por decisión del alcalde de Santa Marta, Carlos Caicedo, quien aseguró que el muro "simbolizaba la inequidad, la injusticia y la preponderancia de intereses particulares en la ciudad", agregando que lo más importante era primar los "intereses colectivos sobre los particulares".

Lo cierto es que la 'loable decisión' fue impulsada, en gran parte, porque el muro se interponía en el camino de la construcción de la avenida del Río. Según informó la Alcaldía de esta ciudad, para llevar a cabo la obra fueron invertidos 5.700 millones de pesos para comprar algunos predios que se encontraban en el sector, además de reubicar a las familias que se encontraban en la zona.